¿Tiene sentido contar con dos aeropuertos en 45 km, o con tres aeropuertos en 120, en un país con menos de tres millones de habitantes?; ¿Tiene sentido invertir montones de dinero en tres terminales con tráficos decrecientes, cuando además el AVE será competencia directa para los vuelos a Madrid, amplia mayoría hoy?; ¿Tiene sentido que a ninguno de los tres llegue un tren de cercanías, o aún casi ni transporte público?
Las respuestas parecen evidentes para cualquiera no cegado por localismos miopes, como parece evidente que uno de los pecados en esta Galicia de nuestros dolores es nuestra incapacidad para planificar el futuro, y ordenar nuestro territorio con sentido común.
Porque si hay algo que define bien a Galicia (y la hace, en eso, esencialmente española), es la casi nula capacidad de planificación, un espíritu cívico poco cultivado, y una conciencia del bien común más bien escasa. Individualismo y localismo que tienen una traducción inmediata en nuestro desordenado y malherido territorio, en nuestras villas desastre, y en nuestras ciudades, que no son más que oportunidades perdidas.
Ordenar el futuro con sentido común y con economía de medios. Esto es a lo que tendrían que estar nuestros alcaldes y gobernantes. Algo que pasa, en primer lugar, por dotarnos de un marco legal y administrativo estable y adecuado (¿Cuántas leyes del suelo llevamos?; ¿Cuántos ayuntamientos sobran?; ¿Hasta cuando unas diputaciones redundantes?). Y en segundo lugar, por definir un modelo de futuro, saber a dónde queremos llegar, e ir invirtiendo según una planificación adecuada, y con objetivos a largo plazo. Planificación que sea una hoja de ruta válida para gobiernos de distinto color, en una lógica que vale tanto para el territorio, el urbanismo, y nuestro paisaje físico, como para la educación, y nuestro paisaje social.
Si hablamos por lo tanto de territorio y comunicaciones, una inversión tan fuerte en infraestructuras como la de los últimos 25 años tendría que haber sido hecha con una planificación previa adecuada; Y de ella deduciríamos, a buen seguro, que Galicia necesita uno o dos aeropuertos, pero no tres. En la opción de dos, tendrían que estar en el entorno de las áreas metropolitanas de Coruña y Vigo. En la opción de uno, tendríamos que apostar por un aeropuerto central gallego, equidistante entre las dos, y sirviendo a todo el país. Opción esta que parece hoy la mejor, por cuanto un aeropuerto con todo el tráfico gallego daría un nodo europeo intermedio, tan atractivo como el de Oporto, y capaz de generar rutas directas con toda Europa (y aún transatlánticas), sin tener que pasar por Madrid.
Naturalmente, un nodo de transporte aeroportuario no tiene sentido si no se conecta con las redes de transporte terrestre. Ahí entraría la planificación a largo plazo, la intermodalidad, y la economía de medios, a la búsqueda de la máxima eficiencia; Y el resultado debería ser una red de autopistas y trenes bien articulada, que pusiese cualquier ciudad a no más de 30-40 minutos, y cualquier villa del país a no más de 60-75 minutos, fuese Ribadeo, Verín, o A Guarda.
Las propuestas que vienen de Santiago, de llevar la estación del AVE a Lavacolla, pueden requerir muchos matices, pero apuntan en la buena dirección. Conde Roa lo tiene fácil, porque estar entre Coruña y Vigo, y equidistante de Lugo o Ourense, hace que su localismo sea en este caso coincidente con el interés común. Pero ciertamente, en algún momento deberíamos abandonar la contumacia de las inversiones sin sentido ni idea de país, y apostar por la economía de medios. Apuesta obligada hoy, y que puede ser una de las cosas buenas que nos deje esta crisis.
Quizás en Coruña y Vigo, en algún momento, también acabarán cayendo en la cuenta de que les interesa más un gran aeropuerto central con muchas conexiones directas, y a 20-30 minutos en transporte público, que no soportar las molestias de un “aero-puertito” ineficaz dentro de sus áreas metropolitanas. Porque no se tardaría más en llegar a ese aeropuerto central gallego de lo que se tarda en llegar de Fiumichino, Charles de Gaulle, o Gatwick a Londres, París o Roma. O aún de lo que se tarda en llegar de Barajas al centro de Madrid en metro. Y porque las sinergias generadas por la accesibilidad desde toda Europa, serían incontables; Para Coruña y Vigo, y para toda Galicia