A continuación se adjunta un texto de Juan José Ibáñez que toca un tema de gran sensibilidad ambiental como es la construcción de presas (obra civil) y los embalses de agua que albergan dichas obras para el consumo humano y otros. Como casi todo en esta vida hay que conjugar las escalas de prioridades (y recuerdo que el ser humano sólo es capaz de vivir sin ingerir agua entre 2 y 3 días) y el respeto por el entorno en el que vivimos. La sabiduría consiste en manejar este tipo de realidades considerando todos los factores, sopesar cada uno cuantificando rigurosamente las repercusiones derivadas y una vez hecho esto, de la manera más sincera y honesta posible, tomar una decisión. Sin más os dejo con Juan José Ibáñez:
Ineludiblemente, cuando generamos infraestructuras que alteran los flujos de energía y materia en la naturaleza, inflingimos desastres naturales cuya magnitud, a menudo, se desconoce. Tan solo tiempo después, al progresar nuestro conocimiento científico sobre los recursos naturales, vislumbramos las consecuencias. La sociedad actual no podría sobrevivir sin presas o embalses, nadie lo duda. Sin embargo, no podemos hurtar al ciudadano que conozca su impacto ambiental irreversible a escala humana. Tales perturbaciones no solo generan la pérdida de biodiversidad, sino que afectan a los suelos en gran medida.
Finalmente, las mentadas infraestructuras requerirán medidas que afectan a toda la cuenca hidrográfica (desde el nacimiento del cauce hasta el litoral), teniendo que destinar ingentes cantidades de dinero, que paliarán, pero no resolverán la degradación ecológica generada. Como veremos en el post de hoy, la edafosfera y la vida silvestre se deterioran, o simplemente desaparecen para siempre. Obviamente, no podemos evitar tales impactos, pero sí diseñar estrategias que palien sus desastrosos efectos.
Presas y vida silvestre
Son muchas las especies acuáticas que requieren cuencas hidrográficas inalteradas para poder desplegar su ciclo vital. Cuando las presas se interponen en su camino desaparecen. Este es el caso de muchos salmónidos, que nacen en el mar y desovan cerca del nacimiento de los cauces. Lo mismo acaba de ocurrir con el denominado pez elefante o espátula en china, como nos informó El Mundo Digital y recogió hoy, 4 de agosto de 2007 el Boletín de Noticias mi+d. Hasta aquí, la mayor parte de los ciudadanos conocen la historia. Empero lo que suele ser ignorado es que al alterar la cadena trófica, pueden desaparecer otras especies. Como ya comentamos en otro post, se ha demostrado como tales infraestructuras, al interrumpir la circulación de salmones, afectan el ciclo vital del los osos, así como la de otros animales (y posiblemente vegetales) relacionados con él. Y como en la naturaleza existe un tejido de interconexiones que aun no acabamos de entender, de paso se perjudica la fertilidad de los suelos y como corolario ponemos en riesgo la supervivencia de todo el ecosistema. Nos queda mucho que aprender, mientras seguimos jugando a “aprendices de brujo”. Pero no esto no es todo, aun sabemos más (y lo que nos falta por conocer).
Las Presas, las pérdidas de suelo y la erosión litoral
Aguas abajo, raramente se cumplen las normativas de mantener un caudal ecológico que no afecte a la biota ribereña, de la cual se sustentan animales que habitan fuera de toles ecosistemas de rivera o ripisilvas. Con harta frecuencia, los cauces se secan, como ocurre en el Río Jarama, a pesar de estar incluido en una zona protegida. Exiguo caudal más aportes de aguas residuales (urbanas e industriales) tienen como resultado la escasez y envenenamiento de los recursos hídricos. En consecuencia el desastre ecológico está asegurado. Empero la historia no acaba allí. De aquí que en un post anterior habláramos del sistema vascular envenenado de Gaia.
La erosión litoral, la pérdida de ecosistemas litorales y la amenaza del hambre
Las presas funcionan como trampas de sedimentos, impidiendo que estos alcancen la desembocadura. Por mucho que los procesos de restauración hidrológico forestal intenten evitar que tales infraestructuras se colmaten de sólidos, ni en el mejor de los casos pueden impedir que tal ausencia de carga sólita en las corrientes fluviales palie la pérdida natural de los suelos que delimitan los océanos de la tierra emergida (e incrementada a menudo por la construcción de puertos marítimos, indispensables o no, como lo son los destinados a actividades recreativas). Justamente, en estos enclaves aparecen ecosistemas de un alto valor ecológico, como lo son los manglares, marismas, albuferas y deltas. En consecuencia el oleaje y las corrientes litorales carcomen sus suelos, destruyendo pues a los ecosistemas que sustentaban. Una vez más, la contaminación hace el resto.No lo duden, los parques y reservas naturales de las desembocaduras de las grandes arterias fluviales terminarán por desaparecer tarde o temprano, cuando no lo han hecho ya.
Tanto la erosión geológica natural, como la inducida por el hombre cauces arriba, crearon unos deltas de los que actualmente se alimentan millones de personas (como en el Delta del Ganges). La pérdida de suelo por retracción de los deltas, así como la contaminación y salinización de los acuíferos inducen hambrunas y enfermedades que afectan a millones de personas. Recordemos que la construcción de presas cauces arriba, son responsables de la mayor parte de la pérdida de suelos que generan la contracción de estos modelados fluviales. Reiteramos que No se trata de cuestionar la construcción de presas, sino de mostrar al ciudadano cuales son sus repercusiones. ¿Se puede ser más apocalíptico? Pues claro que sí. Pero por hoy vale.
Digamos para finalizar que existe una relación directa entre el tamaño de las presas y su impacto ambiental y humano. Por esta razón, muchas instituciones plantean que en el tercer mundo, se construyan numerosas presas pequeñas en lugar de pocas de dimensiones desorbitadas.
Las Presas, las pérdidas de suelo y los ecosistemas y culturas de montaña
Las presas artificiales, suelen y deben construirse en los grandes valles montañosos, siempre que sea posible. Cuanto más abrupto sea el relieve, más desnivel habrá, por lo que se puede almacenar un mayor volumen de agua en menor espacio “planimétrico” de terreno. Sin embargo, al construirlas anegamos los suelos más fértiles de las áreas de montaña y los que atesoraban una vegetación más exuberante. En consecuencia, muchos ecosistemas y especies desaparecen, pero también afecta a todas aquellas especies que utilizaban sus recursos “de vez en cuando” a lo largo del ciclo anual. Del mismo modo, las agriculturas de montaña, muchas de ellas atávicas y sustentables, se desorganizan hasta desaparecer, modificándose todo el paisaje. Recordemos que al superponer una lámina de agua sobre los fértiles suelos de los valles montañosos perdemos su edafosfera más fértil. Suelos, vida salvaje, culturas rurales y hambruna están íntimamente relacionados, mientras las presas son construcciones que no sólo interrumpen la corriente natural de los ríos, por desgracia.
Juan José Ibáñez
(mi+d, un lugar para la ciencia y la tecnología)