30.ENE.2013COMUNICACIONES EQUICIUDAD2012_Verónica Sánchez, N´UNDO
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Esta vez os traemos la comunicación con la que nos deleitó Verónica Sánchez, colaboradora en N´UNDO. Una comunicación muy cañera y clara. Un ejercicio de posicionamiento. ¡Disfrútenlo!
LA RESTA COMO PROCESO PROYECTUAL PARA LA MEJORA DEL TERRITORIO Y LA CIUDAD
PERTINENCIA DE LOS PROCESOS DE RESTA EN ARQUITECTURA
La arquitectura surge de la necesidad ineludible por parte del ser humano de mejorar el medio y sus condiciones, de encontrar cobijo y convertirlo en comodidad, de construir un entorno como una infraestructura para las funciones básicas y un marco para aquellas que las suceden, y desde ahí se erige necesaria y vital.
Cada tiempo y cada lugar ha conformado un ámbito que en ocasiones ha soportado continuas intervenciones. El argumento es siempre la mejora o el progreso e implica generalmente procesos aditivos donde el resultado formal supone un valor en sí mismo, a veces único justificante de las actuaciones. La arquitectura construye el escenario necesario donde se desarrollan inquietudes, escenario que también altera e inquieta nuestra presencia y que constituye el escaparate de lo que somos.
Hoy los recursos, las herramientas, la tecnología y la exigente demanda han propiciado un aumento exponencial en la producción de artefactos edificatorios. Las variables se han combinado favoreciendo la adición en una sociedad donde cualquier crecimiento se asocia al progreso y donde las cantidades imperan frente a las cualidades. Construir todo aquello que imaginamos, hacer tangibles los sueños, entrar dentro de los dibujos; la limitación se manifiesta antes en la imaginación que en los medios y la sensación de que podemos realizar lo que imaginemos nos conduce irremediablemente a querer hacerlo.
El individualismo y la cultura de usar y tirar han propiciado que generemos fantasías estructuralistas y que los procesos se basen en aumentar, sumar e incrementar como resultado de vincular mejorar a crecer. Cuanto más, mejor.
La austeridad pasó de moda con la superación de las eras posbélicas y la construcción del mundo ha pecado de colmo. La arquitectura se ha asociado a un ritmo y un modo de vida que la convierte en escenario, decoración y símbolo de intereses económicos y megalomanías, protagonista de excesos e impertinencias.
Y mientras aumentan las cifras de lo que para muchos son muestra de un crecimiento deseado, aumentan también otras intrínsecamente asociadas; son millones las personas sin acceso al agua potable, las que carecen de acceso al saneamiento o a un techo digno, y sin embargo aparecen por doquier construcciones abandonadas donde se evidencia el derroche y la falta de cuidado por lo que algún día fue valioso. Ocultamos a nuestra rutina el crecimiento incontrolado de residuos inclasificables, intuimos sin conciencia real las hectáreas deforestadas, producimos metros cúbicos de hormigón que atentan contra los derechos humanos, mostramos excesos energéticos sin fundamento, nos rodeamos de elementos urbanos inanes, y producimos un sinfín de demostraciones de lo insostenible.
Mientras, comienza a evidenciarse la finitud de lo que creíamos ilimitado, aprendemos que el territorio no es renta sino capital restringido, vemos rastros de nuestras huellas mostrando que donde creíamos haber cultivado progreso sólo recogemos cáscaras, restos de una bacanal de derroche.
Como manifestación de nuestro tiempo la arquitectura es el ejemplo construido de las desigualdades que nos relacionan. Las cuestiones de lo humano y lo urbano quedan sin resolver mientras nuestra creatividad se adormece y la tecnología, hija bastarda de la técnica, se entretiene con juegos impertinentes que agotan. Lo que creemos, son excedentes. La arquitectura resuelve problemas que inventan los que a ella se dedican y obvia los que realmente acucian a los que la habitan. La complejidad de los procesos, las necesidades que hemos adquirido generan residuos, colmatación, acumulación y por tanto, derroche, descuido, imposibilidad de mantenimiento, costumbre de ornamento, apremio de banalidades.
Pero la necesidad de mejora sigue azuzando, se siguen precisando cambios y progresos y los procesos proyectuales han de adaptarse a la realidad, a la actualidad, a los medios tangibles y a los fines impuestos. Es aquí donde toma fuerza la mejora desde la resta como respuesta sostenible, como proceso proyectual necesario.
Quitar libera de la erupción inicial de ideas, ordena pensamientos, sintetiza, deja solo lo esencial e indispensable. Quitar libera de elementos prescindibles, ordena espacios, permite que nada sobre.
Constituye una vía de mejora, basada en la justa medida, en la eliminación de lo superficial, en el silencio que hace tangibles los espacios, en el orden productivo y sanador.
La purga, la selección, la renuncia y el respeto al vacío, a las pausas, a la pausa, llevan al planteamiento de una filosofía, una ética y una estética de la renuncia, de lo imprescindible, del hacer no haciendo "como modo de separar y desvelar lo falso, lo inoportuno, lo banal" como advertía Kant.
Ya no es tiempo de grandes ordenaciones sobre el papel el blanco, pensadas desde la teoría para dar orden a lo que vendrá. No es razonable seguir rellenando el lienzo, irrevocablemente finito, con nuevas propuestas delirantes, dejando atrás las construcciones existentes, las obsoletas, sobre las que trabajar en realidad antes de alterar más el entorno del que nos nutrimos, donde respiramos. Intervenir con operaciones de resta y de limpieza.
Los procesos productivos de creación, aditivos o de intervención, han llenado de tóxicos nuestras trazas, la cultura de la posesión y la privacidad, del valor de lo material ha supuesto el no renunciar a nada, el querer para lo nuestro lo que vemos en los otros, y así vamos rellenando, superponiendo, ahogando con su vaharada, saturando el soplo que nos rodea.
Como dice T. W. Adorno en su Estudio sobre Ideología y Lenguaje, donde pone de manifiesto el valor productivo de la negación, "no siempre se derriba para destruir y construir después. Por el contrario, se derriba para ganar espacio libre, aire, luz, los cuales concurren con diligencia allá donde se suprimen los obstáculos". Estos espacios de oportunidad, se convierten en los puntos principales de la ciudad, condensadores de actividad social desde donde alcanzar la plenitud urbana a través de la interacción ciudadana y la diversidad. Son numerosos los ejemplos de la arquitectura y el urbanismo donde el silencio y el vacío han sido el articulador de la vida, así lo demuestran Central Park o las antiguas plazas de mercados, surgidas de este modo.
A veces para mejorar, la vía es la renuncia, también en arquitectura.
Verónica Sánchez es arquitecta (UPM), ha realizado estudios de postgrado en la Cátedra Unesco de Habitabilidad Básica (UPM) y es Experta en Agua, Saneamiento e Higiene en Cooperación Internacional y Emergencias (UAH). Cursa el máster de Proyecto Avanzado de Arquitectura y Ciudad (UAH), donde centra sus investigaciones en los campos de refugiados y los asentamientos informales. Ha desarrollado su trabajo como profesional liberal en España, compaginándolo con la docencia y la cooperación internacional, donde ha trabajado en diferentes países y contextos desde la habitabilidad básica. Cofundadora y miembro activo de Soukala, organización especializada en construcción de bajo coste. Actualmente está desarrollando el proyecto n'UNDO, lo que supone una forma de hacer arquitectura y un planteamiento de vida.
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